El impresionante museo está dedicado a la producción del whisky, tan famoso como la cerveza y se encuentra dentro de la antigua destilería que se remonta al 1780.
Visita divertida para los principiantes en el tema, entre historia y cultura de su producción.
El circuito comienza con un audiovisivo un poco comercial sobre el origen del whisky. Más convincente, la visita a los almacenes del grano y luego a la “malt house” donde se dejaba secar la cebada en hornos cerrados.
En el segundo piso, una rueda de paletas tiraba las muelas que desmenuzaban el grano antes de añadirlo al agua. Es el wort, que resulta del proceso de maceración. Esta mezcla, muy azucarada, es en este punto bombeada en grandes cubas donde fermenta. Entonces sucede la triple destilación. Se hace en grandes alambiques de cobre, donde se calienta la mezcla. Despues se envejece en barricas de Oporto o Bourbon.
Al final del recorrido se llega al Jameson Bar para probar una copa. Los que aman el género pueden participar en el tour de degustación con destilados que vienen de todo el mundo, mientras que la tienda ofrece 100 marcas de whisky irlandeses difíciles de encontrar en otros lugares.